¡BENDITO DIOS, A TODOS SIN EXCEPCIÓN NOS ESPERA CON LOS BRAZOS ABIERTOS!

De traficante de drogas, cocainómana, presidiaria y madre, a monja contemplativa

Posted: 27 Sep 2009 08:04 AM PDT

Por Mónica Vázquez/ReL

Estuvo
en la cárcel tres años por llevar un paquete con droga; era amiga de
prostitutas y borrachos; habitual de las discotecas y del acid-house;
fumaba porros y tenía una vida sexual activa y promiscua. Se quedó
embarazada a los 17. Dios le demostró que para Él nada es imposible y
la llevó por un camino «inescrutable».

«Vivía en la calle
Preciados y frecuentaba la noche. Me encantaba estar en ese ambiente de
los que fumaban porros, las prostitutas, los borrachos, serenos; iba
por los bares de la calle Montera y de Fuencarral, donde estaban los
gays y lesbianas; tenía una vida sexual muy activa y me quedé
embarazada a los 17», comenta Elsa, originaria de La Rioja.

«Iba
a la iglesia del Carmen a llorar esta doble vida porque dentro sentía
como una agonía», asegura. Querer sacar a su hijo adelante fue lo que
la impulsó a aceptar llevar un paquete con droga a Canarias, por lo que
le ofrecían una gran cantidad de dinero. La Policía la detuvo y estuvo
tres años presa en la antigua cárcel de Yeserías. «Fue una experiencia
maravillosa. Se sufre mucho en la cárcel, pero en el sufrimiento he
llegado al entendimiento», indica con sabiduría. Cuando le dieron la
ficha de salida la rompió y dejó la prisión a los dos meses. «No quería
salir por lo mal que me había tratado mi familia en las visitas»,
confiesa.

Un encuentro carismático

Una vez fuera de
la cárcel participó de un encuentro de la Confraternidad Carcelaria de
España al que iba a asistir monseñor Milingo, aunque finalmente fue
presidido por el entonces obispo auxiliar de Madrid, Javier Martínez.
«El primer día, varios presos salieron a dar testimonio y sentí una
fuerza que me impulsó a ir frente al micrófono», señala. Allí, la
directora de Confraternidad Carcelaria, Carmen Rubio, le invitó a la
adoración nocturna de los viernes en la calle Fomento, 13, donde empezó
a ir. Jesús había puesto su semilla, pero el ambiente del piso de
acogida donde residía entonces no la ayudó a desarrollar su
espiritualidad. «Comencé a consumir cocaína y cada vez aumentaba las
dosis. Me salvó la llamada de mi hijo que estaba en La Rioja. Me dijo
que vendría a Madrid y entonces automáticamente dejé de consumir»,
explica.

Un mes después del encuentro participó en la Asamblea
Nacional de la Renovación Carismática Católica. Un preso le pidió que
lo acompañara a la «intercesión». Ella no sabía de qué se trataba, pero
vio que los demás extendían sus manos mientras oraban por él. Entonces
ella también quiso que oraran por ella. «El Señor me dice que vas a ser
luz para mucha gente, pero espera a la persona que te va a liberar», le
señalaron. Llegó la hora de la adoración y sintió un gran desasosiego.
Apareció Carmen Rubio, quien «me agarró fuertemente del brazo y me dijo
que el Señor me pregunta que cuánto llevas sin confesarte . Intenté que
me dejara en paz, pero ella seguía agarrándome fuertemente». Elsa vio
su vida pasar como un flash por su mente. Hacía ocho años que no se
confesaba. En ese instante divisó a un sacerdote y no lo dudó.

Después
fue ante el Santísimo: «Sentí una fuerza tremenda, como un fuego; me
desplomé con una congoja llena de alegría que no he vuelto a
experimentar. Vi lo que yo era, me encontré con el Señor, empezaron a
cantar Cristo rompe las cadenas », prosigue.

Borrachera mental

En
la eucaristía hubo varias curaciones. «Yo creí que estaban todos
comprados -dice en referencia a los que levantaban la mano para decir
que habían sido sanados- y de repente el padre Robert de Grandis afirmó
con fuerza: El Señor me dice que quienes sientan como una borrachera
mental estarán empezando a amar la eucaristía , y una fuerza me hizo
levantar el brazo», continúa.

«Ya no era la misma, el Señor me
había transformado».«Entonces me di cuenta de que mi vocación y el
Señor habían estado siempre. Pero pensaba que no podía ser monja por mi
hijo. Sin embargo, a cada monasterio que entraba por curiosidad me
decían que había una madre monja, y en el de Cañas de La Rioja me
señalaron que existía una abuela que tenía siete nietos. Además los
libros de espiritualidad que me encontraba era de santas que habían
sido madres», añade. El hijo de Elsa, ya con 18 años, ingresó en el
Ejército, y entonces se sintió libre de responsabilidades para entrar
al convento.

Ahora es una monja dicharachera que vive haciendo
reír a los demás. «A mis compañeras del convento las pincho para que
tengan de qué confesarse», narra divertida. Es parte de su carácter.
«Cuando era niña me comía las hostias que había en las ofrendas para
obligarle al cura a abrir el sagrario, porque me decían que ahí estaba
Cristo», ríe a carcajadas. Ahora ya es feliz.

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católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia
dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que
Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente.

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